jueves, 17 de abril de 2008

Todo sigue igual, pero...



Dylan vino a tocar a Santiago por segunda vez. El lugar era chico y tan lleno no estaba. Al menos no tan lleno como esos apoteósicos conciertos del año 65 en Londres a salón lleno. Estar ahí era como estar viendo una postal sobre el pasado. Una voz que ya no era la de antes, una leyenda muerta representada en alguien vivo. Recuerdo ese artículo de Ariel Dorfmann en La Bicicleta, sobre Nicaragua y los Rolling Stones. Resulta que él había ido al concierto de los Stones con su hijo. pero el año 78 o algo así. Ya no eran los mismos Stones que Dorfmann había visto en los 60s. Mucho menos el espíritu de la época era el mismo. Pero ahí estaban tocando, frente a él. ¿Qué hay en esa cápsula intangible que es el recuerdo que mueve las acciones del presente? Es algo más allá de la nostalgia. Por ejemplo, yo aún no existía en 65, y ahí estaba Dylan, en Arena Santiago, frente amí y yo escuchando al que fue un ídolo emocional personal cuando aun estaba el colegio y escuchaba el cassette de sus grandes éxitos en el personal stereo, o recuerdo un viaje a Constitución en auto escuchando la misma cinta en la carretera.


foto de Daniel Kramer.

Es raro, pero da la impresión que las grandes fuerzas tuvieron su patio de juego en las décadas anteriores, porque no veo absolutamente NADA hoy que marque o se vislumbre como algún precedente histórico al nivel de lo que fue el chascón de arriba. Da la impresión que la categoría de rockstar está relegado a tipos que por alguna razón terminaron siendo millonarios, como Steve Jobs que le silvan y vitorean como si fuera Lennon salido de la tumba a tocar su último disco producido por Heaven Records, cuando en realidad está presentando la última carcaterística de su sistema operativo. O sea, hoy los ídolos o referentes de la juventud hoy, parecen ser los sujetos con más dinero. Cero mensaje, cero discurso, cero talento -salvo para el éxito económico- y sobre todo, cero espíritu. En aquello años cuando Dylan era un hit, el mundo también estaba mal, pero se podía hacer algo. Hoy las cosas estan peor, pero nada pasa, no hay tiempo. Quizás eso fue lo que me llevo a Santiasco a ver a Dylan, a sentir el espíritu de una época, más que a la persona. Por lo demás fue lo más cerca que estuve de alguien que vivió una idea o un ideal cultural durante las décadas anteriores. Un beat en un mundo donde solo interesa sobrevivir. Algo totalmente fuera de contexto.




"Mr. Dylan, pleeaaase..."

2 comentarios:

Unknown dijo...

Quizás el beat no fue tan la raja en realidad. Sí le sirvió a un montón de personas a influir en el mundo, pero la mayoría sólo se dedicó a drogarse, sin abrazar la inquietud espiritual, que es el verdader sentido de "el viaje" en todos su niveles. Hasta el día de hoy aún nos falta valor para ver la oscuridad en nuestro interior y trascender a un universo religioso, basado en nuestra propia autodisciplina y sinceridad interna.

Anónimo dijo...

Dylan y cía, se dedicaron a disfrutar, se ayudaron de las drogas, con la putada de ser conejillos de indias, lo que les supuso a muchos quedarse por el camino. Pero disfrutaron y de paso cambiaron algo su entorno. Me quedo con ese sabor, prefiero evitar las remasterizaciones de su ser.

Lo que da verguenza es lo nuestro, nuestro presente, que poseyendo la inestimable ayuda del bagaje, hemos caído en el pozo de la monotonía y el hastío. Creo que al final todo es igual, lo único que cambia es el contexto y las formas. Todo se repite, nos encontramos en una especie de agujero negro, sin rumbo definido y lo más triste, que ahora no se ve salida.
Puede que la alternativa, como siempre, se encuentre en nuestro interior.

Enhorabuena por el blog.