sábado, 14 de mayo de 2011

Vuelve a tener sentido

Esa barrera, rayas rojas y blancas, interponiéndose. Está más cerca de mí. Es mi conciencia que me indica un área que no debo pasar. Sal mientras puedas, porque ya no tiene sentido malgastar tu ánimo, tus emociones, tu mente, tú. Garantiza sufrimiento y aunque puedes tolerarlo, te destruye de todas formas. Sé razonable, ten lucidez y decide lo que es correcto. Ya sabes lo que es. Hazlo.

jueves, 5 de mayo de 2011

siempre lo ha estado

hoy más que nunca.

sábado, 23 de abril de 2011

La beatriz

137. la beatriz
Charles Baudelaire

En cenicientas tierras, sin verdor, calcinadas,
Como yo me quejase a la Naturaleza,
Y el puñal de mi mente, caminando al azar,
Fuese afilando lento sobre mi corazón,
Una gran nube oscura, de un temporal surgida,
Que albergaba una tropa de viciosos demonios,
Semejantes a enanos furiosos y crueles.
Se volvieron entonces fríamente a mirarme,
Y, como viandantes que se asombran de un loco,
Los escuché entre sí reír y cuchichear
Intercambiando señas y guiños expresivos:


-«Contemplemos a gusto a esta caricatura,
A esta sombra de Hamlet que su postura imita,
Los cabellos al viento, la indecisa mirada.
¿No es en verdad penoso ver a tal vividor,
A este pillo, a este vago, a este histrión perezoso,
Que, porque representa con arte su papel,
Pretende interesar, cantando sus pesares,
Al águila y al grillo, al arroyo y las flores,
E inclusive a nosotros, autores de esas rúbricas,
A voces nos recita sus públicas tiradas?»

Hubiera yo podido (alto como los montes
Es mi orgullo y domina a diablos y nublados)
Apartar simplemente mi soberana testa,
Si no hubiera atisbado entre la sucia tropa,
¡Y este crimen no hizo tambalearse al sol!
A la reina de mi alma de mirada sin par,
Que con ellos reía de mi sombría aflicción,
Haciéndoles, de paso, una obscena caricia.

martes, 22 de marzo de 2011

Una noche fresca

Hoy en la noche salí a la calle y estaba el mismo olor que hace justo un año atrás. Se supone es el otoño. Para mí es el comienzo de nuevo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Hasta que reviente

Lo vi caminar con la vista perdida, sus manos ocultas y los pies arrastrados, me lo imaginé en un éxtasis, no sé por qué, si su apariencia denotaba todo lo contrario. No había gente en la calle, de manera que estaba a salvo del ridículo; sólo yo, ahí, venía saliendo de mi casa, de lo que estaba pasando en mi cama, saliendo a comprar un desayuno falso para todos. Estábamos a una cuadra de distancia, yo casi en un esquina, él a punto de atravesar la calle; como cualquier domingo, no había tráfico por el que cuidarse. Casi cae al bajar la vereda, casi cae al subirla de nuevo y yo estático, aún con un pie en el peldaño de la puerta. Dobló en la esquina de mi calle hasta que lo perdí de vista. Me quedé pensando un poco de todo, digo, de todo lo que habia pasado entre nosotros. De todo lo que sufrí con él por ayudarlo, de todo el tenebroso camino que crucé. Pero ya nada de eso existía, al menos en mi vida; en la suya, nunca hubo un tenebroso camino que pasar. Me pregunté hasta cuándo seguría siendo la piedra que rueda. No tuve respuesta. Conté mi dinero y me dirigí al almacén.


viernes, 25 de febrero de 2011

Juro que estoy loco


Holden Caulfield, El Guardian en el Centeno, J.D. Salinger

Pero les juro que estoy completamente loco. A medio camino, empecé a hacer como si me hubieran encajado un disparo en el vientre. Mauricio me había pegado un tiro. Y yo iba al baño a atizarme un lingotazo de whisky para calmarme los nervios y entrar en acción. Me imaginé saliendo de la habitación con paso vacilante, completamente vestido y con el revólver en el bolsillo. Bajaría por las escaleras en vez de tomar el ascensor. Iría bien aferrado al pasamanos, con un hilillo de sangre chorreando de la comisura de los labios. Bajaría unos cuantos pisos -abrazado a mi estómago y dejando un horrible rastro de sangre-, y luego llamaría al ascensor. Cuando Maurice abriera las puertas me encontraría esperándole, con el revólver en la mano. Comenzaría a suplicarme con voz temblorosa, de cobarde, para que le perdonara. Pero yo dispararía sin piedad. Seis tiros directos al estómago gordo y peludo. Luego arrojaría el arma al hueco del ascensor -una vez limpias las huellas- y volvería arrastrándome hasta mi habitación. Llamaría a Jane para que viniera a vendarme las heridas. Me la imaginé perfectamente, sosteniendo entre los dedos un cigarrillo para que yo fumara mientras sangraba como un valiente.

miércoles, 9 de febrero de 2011

No me importa


Stanley Donwood

Mal cuando te dicen algo que te duele y no se dan cuenta. Y uno sólo quería hacer sentir bien al otro.