viernes, 25 de febrero de 2011

Juro que estoy loco


Holden Caulfield, El Guardian en el Centeno, J.D. Salinger

Pero les juro que estoy completamente loco. A medio camino, empecé a hacer como si me hubieran encajado un disparo en el vientre. Mauricio me había pegado un tiro. Y yo iba al baño a atizarme un lingotazo de whisky para calmarme los nervios y entrar en acción. Me imaginé saliendo de la habitación con paso vacilante, completamente vestido y con el revólver en el bolsillo. Bajaría por las escaleras en vez de tomar el ascensor. Iría bien aferrado al pasamanos, con un hilillo de sangre chorreando de la comisura de los labios. Bajaría unos cuantos pisos -abrazado a mi estómago y dejando un horrible rastro de sangre-, y luego llamaría al ascensor. Cuando Maurice abriera las puertas me encontraría esperándole, con el revólver en la mano. Comenzaría a suplicarme con voz temblorosa, de cobarde, para que le perdonara. Pero yo dispararía sin piedad. Seis tiros directos al estómago gordo y peludo. Luego arrojaría el arma al hueco del ascensor -una vez limpias las huellas- y volvería arrastrándome hasta mi habitación. Llamaría a Jane para que viniera a vendarme las heridas. Me la imaginé perfectamente, sosteniendo entre los dedos un cigarrillo para que yo fumara mientras sangraba como un valiente.

miércoles, 9 de febrero de 2011

No me importa


Stanley Donwood

Mal cuando te dicen algo que te duele y no se dan cuenta. Y uno sólo quería hacer sentir bien al otro.

martes, 1 de febrero de 2011

Beautiful and Damned




Él es un prominente escritor y considerado un verdadero genio que escribió la también considerada única gran novela americana. Ella una chica guapa de clase media aspirante a artista, quien vivó al borde de la cordura hasta que finalmente sucumbió frente a ella y murió quemada viva en un hospital siquiátrico esperando electroshock. Ambos fueron íconos de una era -él la definía como la era del jazz-, que celebraba el fin de la primera guerra, convencidos de que sería la última; viviendo al límite, recorriendo el mundo, extravagantes, locos, exaltados y enamorados enfermizos y celosos el uno del otro. Sus fiestas y arrebatadas conductas sociales son hoy día leyenda y el espíritu que representaban un anhelo de muchos.
"Ella era de una belleza natural, con pelo rijizo-dorado, finos rasgos y un agraciado cuerpo. Pero lo que la distinguía de las demas jóvenes era su espíritu juguetón, con frecuencia rebelde e incluso irresponsable. Indudablemente la pareja perfecta para él en esa época, hambrienta de éxito y miembro de una prominente familia, era independiente y hermosa"

En una ocasión, de pequeña, ella llamó a los bomberos para advertir que había un menor de edad al borde de techo de una casa; terminada la llamada, corrió a su propia casa y se subió al techo a esperar que llegaran a rescatarla. Una actitud inocente para su edad, pero más adelante, sus escapadas tendrían otro tono, como la vez que ambos conocieron a la famosa bailarina Isadora Duncan en una mesa junto a la de ellos en una terraza de un hotel en Francia. Estaban sentados de espaldas a una escalera que conducía al pasto, más de 200 metros abajo de donde comían. Él, maravillado por la presencia de la bailarina, fue a su mesa y se hundió a sus pies y rodillas, frente a lo cual, el compañero de la bailarina lo tomaría del pelo para insultarlo; ella que observaba la escena, se paró sobre su silla y se tiró sobre la mesa para desparecer con ella escalera abajo. Cuando volvió a subir, una de los presentes, corrió a ella a limpiarle la sangre de las rodillas y del vestido. "Estaba segura que había muerto, nos dejó a todos petrificados y mudos. Nunca he podido olvidar ese episodio".

Vivieron en Estados Unidos, Francia e Inglaterra, ambos conocerían a otras personas de su interés, los que los llevarían a ataques de celos y arrebatos desmedidos, como cuando ella lanzó por la ventana de un tren en movimiento el reloj de plata que él le había regalado años atrás. Mucha gente que conocieron en su vida, incluyendo sus amantes aparecen en los libros de él, mientras que ella, fascinada por el ballet, practicaría esa disciplina hasta sus últimos días cuando ya la locura que le iba ahogando su cerebro se hacía cada vez más insalvable. Él murió como muchos, arodillado frente a su propio alcoholismo y mundialmente reconocido como escritor. Ella fue referente femenino de independencia y rebeldía. Ambos dejaron una huella imborrable, y aunque él tuvo una fuerte relación de amistad con Hemingway, al final de sus días rompería toda amistad con él, si bien su actitud fue siempre conciliadora. Con ustedes, Francis Scott y Zelda: Los Fitzgeralds.