viernes, 30 de enero de 2009

Ziggy estaba en el bar

Llegar a casa y sentir que no todo está tan bien. Salir de ella buscando nada, pensando y sientiendo que cualquier cosa va ser mejor que quedarse en la oscuridad sentado, analizando algo que no resiste análisis o pensando cómo los problemas responden a la entropía como la suciedad a las partículas de jabón. La noche estaba tibia y caminar me haría bien. Pensé en ir a un bar que respondiera a su denominación en inglés: una barra. Pero es difícil encontrar una y la que había, no aceptaba pago con plástico. Finalmente mis pies me llevaron a otro lugar, un pub donde estaba empezando una tocata. El lugar estaba casi vacío y la banda -que eran dos, batería y guitarra- parecía estar tocando en una reunión familiar o en un encuento de amigos o en un ensayo. No había mucho respeto por el público que les era ajeno, léase bromas internas y otras cosas. El primer desagrado fue escuchar una batería que pensaba que el pequeño bar era el estadio Chile. La guitarra cubría la voz casi por completo. Aún así, me pareció que la música que estaba oyendo -obviando la calidad de la interpretación- parecía presentable. Esa observación hizo que optara a quedarme un rato más. De pronto, después de mucho dudar, aparece una interpretación de "Moonage Daydream" de Bowie que dejó harto que desear en la primera parte -asumo que por la cantidad de alcohol que llevaban los intérpretes. Es decir, ni los primeros acordes coincidían. Y claramente, oir al baterista cantando dejaba claro que o no tenía fuerza para cantar justo en partes claves de la letra o simplemente la callaba para disimular el olvido. Luego vino un "Space Oddity" que estuvo mucho mejor. Bravo.


Abrigo mapuche futurista de Ziggy.


Sentía que parte de mi noche ya estaba resuelta gracias a esos dos. Pero faltaba el ingrediente principal y lo encontré en otro bar donde me encontré con dos conocidas con las que casi no había hablado en harto tiempo. Me reí y, claro, bebimos. Entre todas las historias de las que hablamos y las observaciones que hicimos, quedó una que particularmente la recuerdo y tiene que ver con lo que uno quiere en la vida a esta edad, la treintena. Entender que la época de experimentación desenfrenada de la adolescencia ya pasó, los llamados años del Rock and Roll, donde las responsabilidades se fumaban como si fuera marihuana y los excesos eran lo común en todos los días. Eran buenos tiempos, nos dijimos. Hoy en día los impulsos se dirigen a otro lado, y básicamente responde a tres necesidades: a) Parar la olla, b) Descansar de la pega y c) Hacer lo que uno quiere.

Después de mucho hablar y concluir en conjunto que lo mejor que le puede pasar a uno cuando sale es no programar nada y dejarse llevar por lo que venga, califiqué la noche como interesante. Entre que salí de mi casa, caminar unas cuatro cuadras, toparse con Bowie, conversar con dos agradables chicas junto a una cerveza y luego volver a casa, no debieron ser más de dos horas. Pensaba después, ¿me pasaría esto si viviera en Santiago.? Mmmmno lo creo.


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